Ella, medico joven, pensó qué el viejales que le tocó en el último número era un número más.
Le auscultó con asco desde donde entraba una mocha con palo incluido y le envío para casa reprimiéndose las ganas de vomitar.
Ella no se imaginaba, porque era joven y hermosa, que aquel viejo iba de incógnito.
Era Julio Ollero, el más guapo, el más puro, el más inteligente, el más simpático, el que ligaba más que cualquier emérito.
Pero ella solo se fijó en sus ojos qué implora antes ayuda, y ella, otra vez ella se la negó.
Una semana después el, Julio, mi amor, mi primer novio, mi compañero de vida, al que le debo todo lo que soy y lo que no, estaba ingresado moribundo en hospital llevando el COVID dentro, herido de muerte y cagándose en todo lo que se movía.
Ella, la hermosa, no se enteró.
Mi amor estuvo luchando dos meses y medio en una UCI, luego estuvo pidiendo una muerte digna en la habitación 333 de un hospital cualquiera y después se fue y se convirtió en el olvido que todos seremos.
Puedo prometer y prometo que nunca más escribiré en este blog nada tan triste, porque, ya lo sabéis todos la vida es una broma y hay que reírse mucho.
Yo, que soy artista de temporá no quiero engañar a nadie por eso, no me podéis criticar, si acaso os parezco mala haciendo cuadros. Porque, todo es broma colegas.
¡¡¡¡¡¡Vamos a pasarlo bien!!!!!!
Rosa de Julio
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